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miércoles, 29 de abril de 2015

019


VILLAMARTA: OBRA EN TRES ACTOS

sección del proyecto original, abajo sección del proyecto de rehabilitación

Uno. Teodoro Anasagasti fue arquitecto, dibujante, profesor, académico, restaurador, escritor, gran viajero, articulista, editor... es decir, un hombre ilustrado. Entre otros encargos en Jerez, recibió el de realizar el Teatro Villamarta en el antiguo solar del convento de la Vera Cruz. Propuso un gran teatro moderno, de gran capacidad, aproximadamente 2000 localidades, uno de los mayores de nuestro país, construido en hormigón armado, técnica constructiva que apenas se estaba introduciendo en aquellos lejanos años veinte. Una estructura que según se desprende de los planos, y se constató en la rehabilitación del teatro, era ciertamente arriesgada, aunque los elementos de hormigón se construyeron fuertemente armados. Como buen conocedor de las tendencias de la época, diseñó para la composición de los volúmenes exteriores una imagen moderna, actual en aquel momento, muy relacionadas con los edificios que años antes se estaban realizando en Europa, concretamente con las propuestas de la Secessión Vienesa, cuyo principal representante fue Josef Hoffman. Al final del siglo XIX se producen en el entorno europeo un nuevo estilo arquitectónico que adoptó diversos nombres según el país: Jugenstil en Alemania, Art Nouveau en Francia y Bélgica, Secessión en Austria, Liberty en Italia, Modernisme en Cataluña: el Modernismo. Modernismo que no hay que confundir con Movimiento Moderno, que es la propuesta triunfante de la arquitectura del siglo XX, con Le Corbusier como mejor ejemplo de las nuevas ideas: arquitectura de formas puras, hormigón armado, abstracción compositiva, ruptura con el pasado, etc.
               
A nivel urbano el proyecto de Anasagasti es muy interesante, pues resolvió con habilidad la condición de esquina del solar, su relación con la plaza que se creó frente al Teatro y con la calle Bodegas, que para mayor dificultad discurre unos tres metros más alta de la de Medina.

Dos. Es conocido el devenir del teatro a lo largo del siglo XX: poco a poco fue perdiendo su uso originario convirtiéndose en el cine principal de la ciudad hasta su cierre y posterior compra por parte del Ayuntamiento. En convenio con las Consejerías de Obras Públicas y Cultura de la Junta de Andalucía, se realizó en los años noventa un proyecto de Rehabilitación redactado por los arquitectos José A. Carbajal, José Luis Daroca y Rafael Otero. El nuevo proyecto conservaba la envoltura exterior del edificio y la estructura de muros de hormigón que envuelve la sala, así como los forjados de las dependencias auxiliares hacia la calle Medina. También se conservaron la boca de la escena y el falso techo de la sala principal, los elementos que le dan la identidad al teatro. El resto fue demolido y se introdujeron cambios sustanciales que enriquecieron considerablemente el proyecto original: un nuevo peine sobre el escenario, un nuevo anfiteatro que mejora la visión tanto desde el patio de butacas como desde aquél, un nuevo vestíbulo y escaleras de acceso a las plantas superiores. A nivel decorativo se renovaron los acabados del teatro, maderas nobles en el interior de la sala, mármoles en suelos y paredes de los espacios comunes. En 1998 se reinauguró el nuevo Teatro Villamarta con la presencia de la princesa Elena y la actuación del tenor canario Alfredo Kraus.

A nivel urbano, se recuperó el espacio de plaza para el peatón, ya que con el tiempo había sido ocupado por un lado por el edificio de Correos y por otro, por una gran parada de autobuses y taxis que desplazaron el uso cívico de este espacio. El nuevo proyecto dejó apenas una estrecha calle rodada para el registro de la manzana y se remató la plaza recuperada con un precioso banco corrido de piedra frente a la fachada principal del teatro, reforzando el carácter peatonal y de estancia del lugar.

Tres. Tras la inauguración, la propuesta decorativa escueta de los arquitectos no gustó a ciertos sectores de la sociedad jerezana, y se organizó un movimiento en contra que acabó dando lugar a la redacción, por parte de la desgraciadamente extinta Gerencia Municipal de Urbanismo, de un nuevo proyecto de reformas liderado por una conocida decoradora local. Dicho proyecto dotó al interior del teatro de su actual imagen, que quedó a medias entre la acertada propuesta de los arquitectos Carbajal, Daroca y Otero y los errores de bulto de las últimas reformas. Se sustituyeron las lámparas en la sala principal, se pintaron telones innecesariamente, se cambiaron lujosos mármoles verdes griegos por estucos rojizos (la paradoja es que el estuco es una técnica que intenta imitar el mármol) y como gran propuesta de imagen urbana se adosó un cortavientos a las preciosas carpinterías que los arquitectos ejecutaron. Este cortavientos, que a nivel de uso es absolutamente confuso, fue diseñado sin relación alguna con el estilo depurado tanto del proyecto inicial como del de los arquitectos autores de la rehabilitación.

Epílogo. La vida de los edificios, salvo excepciones, suele ser larga, a veces mayor que las de las personas que participan en los procesos de construcción de los mismos. Si el edificio es afortunado, como es el caso, dejan de pertenecer al autor o autores: Villamarta, Anasagasti, etc., y pasan a ser patrimonio de la colectividad. A ésta le concierne su devenir, y de los necesarios cuidados que cada cierto tiempo se le dediquen, dependerá el que se encuentren en perfecta forma en el futuro para su uso por los que hayan de venir después de nosotros. 



 El árbol de la vida de Gustav Klimt 1909


El árbol de la vida.

Con un simple retablo compuesto por tres cuadros de sarga blanca y un árbol deshojado, ojado al final de la función, el pasado viernes se representó Entremeses, de Miguel de Cervantes, en el Teatro Villamarta. Un amanecer de primavera, los mirlos cantando. Así da comienza la obra reinterpretada por el teatro de la Abadía, un conjunto de actrices y actores estupendos, dirigidos por Jose L Gómez, que, sobre todo, hicieron reír a los asistentes, pero también admirar el valor de la cultura a través de uno de los medios más antiguos y menos valorados en la actualidad en este país: el teatro.

Puro teatro, pura risa, pura literatura, puro idioma, todo ello para gente viejuna (no toda preparada y/o educada para asistir a este espectáculo) que era la mayoría del público asistente, salvo un puñado de adolescentes dóciles, bien aconsejados por sus padres. ¿Qué va a ser del teatro en el futuro si los jóvenes no lo sustentan?

La escena limpia, limitada por los tres planos blancos, un pequeño conjunto de instrumentos y herramientas para producir música y ruidos y por dos hileras de sillas y escabeles con los ropajes que los actores fueron necesitando a lo largo de los tres entremeses representados, cantados y bailados. El primero La cueva de Salamanca, una historia de burla e infidelidad en el marco del matrimonio; después, El viejo celoso, estupenda recreación de situaciones que siguen teniendo la misma vigencia cuatrocientos años después de haber sido escrita; y para terminar, El retablo de las Maravillas, el engaño a la vanidad. El universo picaresco y libertino de Cervantes. Y el refranero y las canciones para encadenar las tres piezas, los tres actos de la función.

Además de los pajaritos, fueron muchos los animales que se “vieron” sobre el escenario: osos, leones, tigres, dragones, ratones. Personajes históricos también, Herodías bailando, Sansón abrazado a las columnas del templo, etc. Y truenos y pasos y ruidos de goznes y portazos y música popular. Tan castellano todo y, sin embargo, tan cercano. Y una imponente encina presidiendo el espacio, presidiendo el patio de la casa, la plaza del pueblo, el lugar de la asamblea de los vecinos.

El epílogo, un atardecer bucólico en espera de la llegada de la noche. Los pajaritos callan, la fiesta ha terminado, los vecinos cantan con nostalgia. Mañana volverá el amanecer y la risa. Hasta la muerte, todo es vida.




viernes, 24 de abril de 2015

018

Casa-Árbol de Picasso


EL HOMBRE QUE PLANTABA ÁRBOLES (A)

Jean Giono fue el autor del relato El hombre que plantaba árboles, uno de esos libros que todos deberíamos primero leer y después, cada cierto tiempo, releer para no olvidarnos de que es posible un mundo mejor. Giono fue, es todavía, a través de sus libros, una de esas personas que nos iluminan. De familia humilde, tuvo que dejar sus estudios de muy joven para entrar a trabajar en un banco. Adquirió su formación literaria a través de lecturas de los clásicos: Homero, Virgilio, Dante, Cervantes, Shakespeare, Baudelaire, Stendhal y Flaubert. Y su formación como ser humano se fue fraguando durante esos años en que fue reclutado por el ejército francés y se vio obligado a dejar su pueblo y luchar en la Primera Guerra Mundial. Escritor de una larga trayectoria, se le conoce en nuestro país a través del libro mencionado, que es un manual sobre la forma correcta de mirar a la naturaleza. La historia que narra fue llevada al cine por el realizador Frédéric Back que filmó un corto de animación con unos preciosos dibujos y con el mismo título que el relato.

Cuando conocí a Elzéard Bouffier llevaba tres años plantando árboles. Había plantado cien mil bellotas a razón de unas cien diarias. De las cien mil habían brotado veinte mil. De éstas contaba con que se perderían la mitad a causa de los roedores o de los designios imprevisibles de la Providencia. Así pues, quedaban diez mil robles que crecerían en aquella tierra desolada. Le dije que dentro de treinta años, esos diez mil robles serían magníficos. Me respondió con toda sencillez que, si Dios le concedía bastante vida, esos diez mil serían como una gota de agua en el mar. Tenía intención de plantar hayas, abedules y otras especies. Sus árboles recuperaron los arroyos que en aquél páramo llevaban secos desde tiempos inmemoriales. Fue la reacción en cadena más hermosa que jamás había visto. El viento también esparcía algunas semillas. Con el resurgir del agua reaparecieron los sauces, los juncos, los prados, las flores y muchas razones para vivir. El final de la historia es que un sólo hombre logró recuperar aquel territorio a base de una dedicación inquebrantable y una fe indestructible en lo que hacía: devolver a la naturaleza lo que otros le habían quitado.

Como escribe Joaquín Araujo en el epílogo de la historia “cuando tengamos un árbol cerca, o mejor, sobre nosotros, conviene que nos brote algo de gratitud. Mejor sería un caudaloso agradecimiento porque nadie será capaz, nunca, de enumerar los regalos que la arboleda nos hace. Plantar árboles es, además, cultura pues son los bosques quienes publicaron todos los libros. Porque casi todos los campos cultivados fueron tierras de arboleda. Porque la palabra agricultura fue la que fundó el término cultura. O porque sobre los suelos que primero ocupó el árbol más tarde los humanos crearon civilizaciones. Porque el árbol en pie, vivaz y con sus enormes brazos abiertos, es equivalente a un fármaco prodigioso. El bosque puede sanar el cambio climático, el avance de los desiertos y la erosión, el desmonoramiento de la multiplicidad vital, la escasez de agua y combustible, y la creciente fealdad del paisaje.”

A menudo sucede que no somos conscientes de lo que nos rodea, de nuestro entorno inmediato: la familia que nos ama, la casa que nos cobija, las calles que recorremos para ir a trabajar, los árboles que nos dan sombra.




Muchacho_Árbol de Rafael Pérez Estrada


EL HOMBRE QUE PLANTABA ÁRBOLES (B)



Un árbol para envolverte
Un árbol para abrazarte
Un árbol frondoso y verde.
Un árbol con dos ojos.
Un árbol con cien brazos.
Un árbol ardiendo.
Un árbol para besarte.

Blas de Otero


Nunca fue un ecologista en el sentido militante de la palabra. El amor a los árboles le llegó a lo largo de su vida de un modo que podríase nombrar, nunca mejor dicho, natural. Muchas veces por su trabajo se le presentaron situaciones en las que dependiendo de las decisiones que se tomaran, árboles que han crecido y vivido durante años en un prado, una finca de recreo o un solar abandonado, serían talados o no, algunas veces, las menos, trasplantados. Estas decisiones las tomó sin pensarlas demasiado en sus inicios juveniles como 'hacedor del mundo'. La arquitectura era lo que importaba y estaba por delante de todo, incluido el lugar, la naturaleza, el clima y otros asuntos. Poco a poco fue aprendiendo a mirar. Mirar alrededor, mirar el lugar, las condiciones específicas de la parcela o el solar en el que habría de construirse el edificio que fuera. Antes había aprehendido otras sensibilidades y un día el amor por los árboles se instaló en su corazón, o para ser más preciso, en su pensamiento. Y así fue como aprendió que la arquitectura más virtuosa intenta ensamblarse con la naturaleza, y en particular, con los árboles y la vegetación.

En esa práctica naturalista tuvo la oportunidad de evitar la destrucción de muchos árboles: una alineación de palmeras contradictoria con una zona de nuevos crecimientos, un olivo junto a una piscina en un jardín al que invitó a una relación que el tiempo ha consolidado, los naranjos de un carril que se convirtieron en el orden de las calles de una zona nueva de la ciudad, etc. También fracasó defendiendo eucaliptos que finalmente fueron derribados traicioneramente, o manteniendo unas acacias en el centro de una calle que finalmente fueron taladas, sustituidas más tarde por naranjos.

Aún así, tuvo la suerte de plantar muchos árboles: acebuches en el jardín de una piscina pública, palmeras en un frente marítimo, pinos en otro, en el que el propio lugar invitaba a fundirse con el paisaje existente; olivos en alguna rotonda; árboles de multitud de especies en parques, jardines y otros espacios en los que las edificaciones intentaron ser menos para que la naturaleza, el lugar, fuera más; o un limonero en un diminuto jardín que empieza, con los cuidados de su hija, a ofrecer sus frutos.



miércoles, 15 de abril de 2015

017

PATIOS DE AYER.


Patio de una casa popular de la ciudad


Siendo todavía un niño, se independizó de la vigilancia de sus hermanos para cumplir las instrucciones de sus padres de visitar cada domingo, después de comer, a sus abuelas. Ambas vivían en la misma calle del centro de la ciudad, lo cual facilitaba la tarea. El trayecto lo realizaba sólo, disfrutando del silencio de las calles, generalmente vacías a esas horas. Le gustaba recorrer las más estrechas, peatonales a ser posible, y no le importaba, incluso, dar algún rodeo para llegar a su destino a través de cuantas más mejor.

Una de las casas tenía muy poquita fachada, apenas el hueco del portal y una ventana contigua muy próxima. Pero cuando se traspasaba la cancela, cuyo característico dibujo de estrellas la hacía tan especial (y casi podría reproducir con los ojos cerrados), la casa se extendía hacia la izquierda, donde se ubicaba la escalera principal, y hacia el fondo a través de un patio, con una fuente llena de macetas adosada a uno de sus lados. Más al fondo todavía, se abría un segundo patio, de los llamados de luces, con una escalera secundaria que conducía arriba a la cocina. El patio era en realidad un salón más de la casa. En invierno tan sólo lo usaban los niños, allí jugaban a casi todo, fútbol incluido. Era un espacio cubierto por una montera de cristal, una pirámide de base rectangular que coincidía con la forma del patio, elevada sobre la barandilla de la azotea. En verano, uno de los trabajos frecuentes de los niños era subir a la azotea para abrir las ventanas para crear corrientes de aire, o en las horas de la calima, echar el toldo para impedir que se calentara el lugar más fresco de la casa.

La vida se hacía en la planta de arriba aunque los mayores contaban que en otra época solían instalarse durante el verano en la planta baja, incluidas las camas de todos los miembros de la familia. Había dos lugares maravillosos en aquella casa. Uno era la cocina, donde gobernaba una cocinera que se pasaba el día elaborando aquellas comidas deliciosas y algunos platos especiales según la temporada: pestiños, roscos y torrijas, helados. Tan sólo la merienda se salía de su control: total, una rebanada de pan y un trozo de chocolate negro lo podía preparar cualquiera. El otro lugar era el pequeño saloncito donde la abuela pasaba la tarde y donde los nietos se sentaban a contarle sus cosas mientras llegaba la merienda. Desde el sofá se divisaba casi la totalidad del tramo de la calle que iba de una casa a la otra.

La otra casa era completamente diferente. Era una vivienda que utilizaba sólo la planta baja de la finca. Desde la casapuerta se dejaba a un lado la escalera y se entraba a un magnífico patio de mármol blanco con un macetón en el centro en el que había una kentia majestuosa. A veces alguien la llevaba a un rincón y el patio quedaba liberado para los juegos de los primos. Desde el patio se accedía a la casa propiamente dicha. Esta casa era un laberinto de salones, cuartos y baños que ventilaban a otros patios menores, pavimentados con losas hidráulicas, como las de las calles, llenos todos de vegetación. Algunos eran tan estrechos que los gorriones que bajaban a comer las migas de pan que les echaban, tenían que seguir la diagonal para poder recuperar su lugar en el cielo, contra el que, a veces, se les veía cruzar.

También desde la cocina partía una escalera, esta de peldaños gastados de madera, que ascendía dos plantas seguidas hasta la azotea, donde casi nunca les dejaban subir. La madera olía de un modo especial y su sonido seco resonaba en sus oídos cuando jugaban en ella. Claro que sin pasar de la primera planta, pues en la de arriba vivían otros familiares que debían ser muy quisquillosos, pues siempre les mandaban guardar silencio, no se fueran a molestar.






PATIOS (I)

Lejos de pertenecer, como pudiera creerse, a una cultura determinada o a un tiempo histórico concreto, el patio, y su relación con la casa y con la arquitectura, constituye un principio de valor permanente y universal. La casa con patio es posible encontrarla en la ciudad de la cultura griega y romana, y también en el extremo oriente, particularmente en China; también en las ciudades del mundo islámico como en muchas regiones de Latinoamérica; o en tantos ejemplos de la arquitectura popular del mediterráneo. Y la vemos reaparecer en el .ámbito de la cultura moderna: bien en lugares propicios como en Italia, en lugares menos favorables como los países nórdicos, o en los Estados Unidos como consecuencia de la oleada de grandes arquitectos modernos europeos que se exiliaron allí en los años previos a la segunda guerra mundial.

De entre las aportaciones de casa con patio durante las primeras décadas del siglo XX destaca particularmente la de Mies Van der Rohe, que incorporó a sus proyectos, de vocación indiscutiblemente modernos e innovadores, nuevas miradas sobre la historia de la arquitectura. Durante la década 1930-1940, como profesor, primero en la Bauhaus y más tarde en I.I.T., el Illinois Institute of Tecnologie, realiza diversos ejercicios de programas residenciales en recintos cerrados por muros, donde los patios adquieren un carácter principal, no sólo por las necesidades de ventilación e iluminación de las estancias, sino por el protagonismo que adquiere en la organización y utilización de la casa.

Pero no sólo es un tema recurrente en su labor como enseñante. También en su propia producción como arquitecto realiza propuestas como La casa con dos patios, La casa de tres patios, Grupo de casas con patios o la Casa con elementos curvados, todos ellos proyectos que no se llevaron a la realidad. Sí lo fueron el proyecto para la Exposición Internacional de Berlín de 1931 o la casa para Ulrich Lange en los años 1934-1935. El proyecto de Grupo de viviendas con patio, que desarrolla los anteriores de Casa con dos patios o Casa con tres patios, es una tentativa de organizar estas casas en una manzana, de tal modo que lo que en realidad está proponiendo es la posibilidad de construir la ciudad a partir de la casa individual. O dicho de otro modo, a diferencia de las propuestas del Movimiento Moderno, Mies mantiene una posición que coincide con en el sistema tradicional de construcción de la ciudad.

La investigación emprendida por Mies van der Rohe también se aleja del problema de la vivienda mínima presente en la mayoría de las propuestas del Movimiento Moderno. Tampoco es principal su preocupación en la funcionalidad de la vivienda, sus circulaciones interiores o los programas versátiles. Mies transmite otro tipo de valores. Sus proyectos proponen varios ámbitos de estar en la misma casa con espacios holgados. O el esquema de casa introvertida, sin más referencias con el exterior que su abertura cenital, que es una traslación directa de sus propios pensamientos: ”tan solo la intensidad de vida interior puede traslucir intensidad formal”. Se trata de una alegoría de la búsqueda de la espiritualidad individual. La aproximación a las coordenadas clásicas sobre la belleza está presente en esa renuncia a la apariencia exterior. (Continuará)




Planta y Alzado de una casa con tres patios, Mies van der Rohe

sábado, 21 de marzo de 2015

015

Soníos Negros, Arquitectura Blanca. 




El pasado sábado, 7 de marzo la compañía Jerez Puro cerró la edición XIX del Festival de Flamenco de Jerez con el espectáculo Soníos Negros.


El flamenco desde hace más de dos siglos está íntimamente ligado a la ciudad histórica de Jerez, y más precisamente a los barrios extramuros de Santiago y San Miguel. Antonio Chacón y Manuel Torre, cantaores insignes de final del siglo XIX son por derecho los pesonajes más representativos de esos barrios donde se ha fraguado a lo largo del tiempo esa simbiosis entre el flamenco y la ciudad, entre el duende y la arquitectura, entre el quejío y la alegría, entre lo negro y lo blanco, entre el el cante, el baile, el toque y el compás y el patio, la cal, los jazmines y los limoneros.

María del Mar Moreno y Antonio Malena son también una simbiosis, ambos personas ilustradas, ambos mujer y hombre cabales, modernos, auténticos y aferrados a la pureza del flamenco. Antonio canta y Maria del Mar baila. En la calle, en la vida, son personas alegres y divertidas, en el teatro profundizan en lo más hondo de la pena para representar el dolor, la negrura que el flamenco puro arrastra. En unión de Paco Sánchez Múgica, autor del guión y de Gaspar Campuzano, en la dirección artística, y de otros maravillosos profesionales, actrices, cantaores, guitarristas, etc., compusieron un hermoso paisaje de interior para representar la vida, y la muerte, no podía ser de otra forma, de Manuel Torre. Con tan sólo dos biombos de madera recrearon sobre el escenario diversos lugares de la ciudad, un tablao de Sevilla, un patio o una de esas calles a las que era tan usual sacar las sillas de la casa en las calurosas tardes de esos veranos pretéritos. Todo teñido de negrura.

Durante el siglo XVIII se producen en Jerez las grandes transformaciones de la ciudad a partir del auge económico de la industria del vino. Es también en ese tiempo en el que se inicia el asentamiento de los gitanos, principalmente en las ciudades andaluzas. En Jerez, las bodegas ocuparán los lugares centrales de la ciudad, junto a las casas señoriales y los conventos. La vivienda popular tendrá su lugar en los barrios extramuros. Más adelante, también las bodegas saltarán al exterior de la cerca histórica, continuando con su poderosa expansión que tendría el punto final en los años 60 del pasado siglo. En ese tiempo de desarrollo urbanístico industrial, la construcción se realiza con muros de tapial, a veces de ladrillo y, en los mejores casos, con piedra arenisca de la sierra de San Cristóbal, una piedra deleznable que debe ser protegida respecto de la humedad. Para ello desde antiguo se utilizaba la cal, en sus versiones de mortero (bastardo, mezclada con arena y agua) o enjalbegado (pasta de cal y agua). La utilización de estos materiales cercanos fue lo que dio a la ciudad su característico color blanco, el de la cal.

El negro y el blanco, la ausencia de luz, de color, y la máxima claridad, la suma de todos los colores, el carbón y la cal, fundidos en una mezcla del talento, del potencial, que tiene nuestra ciudad.

   

miércoles, 18 de marzo de 2015

016

Arquitectas de ultramar. (1)
Publicado en Diario de Jerez el 17/03/2015

Escenario Cívico en praca da Figueira en Lisboa.

Frida Escobedo es una arquitecta mexicana que ha desarrollado una sensibilidad especial hacia los problemas del entorno en el que habita, México D.F., una ciudad de más de veinte millones de habitantes, la tercera ciudad más poblada del mundo. A través de una arquitectura de calidad comprometida con su propia realidad territorial, urbana, social y cultural, la arquitecta mexicana fue ganadora del Young Architects Forum 2008 convocado por la Architectural League en Nueva York. De 2007 a 2010 fue profesora de proyectos en la Universidad Iberoamericana de México. El año pasado su trabajo fue seleccionado para ser expuesto en el pabellón Mexicano de la Bienal de Arquitectura de Venecia y en el Mission Cultural Center for Latin Arts, en San Francisco.

Escobedo comparte con Frida Kalho (inevitable la referencia) sólo el nombre y un cierto aire en su presencia física, su pelo peinado tirante, sus cejas negras pobladas, sus labios pintados en un rojo intenso y un rostro de aparente seriedad. Pero esa impresión desaparece a los pocos segundos de conocerla, pues se trata de una chica risueña, sencilla, sana, inteligente y feliz. Desde esa personalidad tranquila y reservada, ha proyectado en la última década un puñado de edificios e instalaciones urbanas que la han hecho sobresalir entre los arquitectos y arquitectas mexicanos. Pese a su juventud entiende con serenidad su privilegiada condición de mujer y arquitecta, una excepción en un mundo y una actividad dominada en su mayoría por hombres.

La vivienda loft para una pareja de amigos en un lugar desde el que se domina la totalidad de la infinita capital mexicana fue la primera de sus obras destacadas; con una versión barata de esa misma vivienda como alternativa al problema de la infravivienda (proyecto no construido) demuestra la inteligencia y sensibilidad con que afronta los problemas cotidianos de su profesión; La Tallera, el museo del pintor muralista Siqueiros, resuelto con una celosía maravillosa de piezas de hormigón fue la obra que le otorgó el reconocimiento general de su talento; o la propuesta de construcción de un Pabellón/Espacio Público con bloques de hormigón en el Museo Experimental Eco, donde continúa la investigación de la plástica y el espacio a partir de materiales baratos.

Su propuesta para la Trienal de Lisboa en 2013 en Praca da Figueira, una de las zonas principales de la ciudad, cerca de Rossío, consistente en un Escenario Cívico es su obra más trascendente hasta el momento. La propuesta consiste en una plataforma circular de 180 metros cuadrados cuya base es un poliedro, de tal modo que, siendo un lugar para la comunicación, un escenario, a medida que el público se agrupa, la plataforma se inclina más, haciendo que la presencia del speaker sea más notable. Es, en definitiva, un inteligente juego dinámico que habla del talento de esta estupenda arquitecta. Aún siendo todavía un conjunto de obras de pequeña escala, no extraña que su trabajo haya despertado la atención de los críticos y de las revistas especializadas, lo que le ha otorgado una gran proyección internacional, avalada recientemente por los arquitectos suizos Herzog y De Meuron, que han pedido su colaboración en el diseño de una celosía para uno de sus actuales proyectos en ejecución.

Organizado por la Universidad de Sevilla dentro del Ciclo Arquitectura y Mujer en Iberoamérica y con la colaboración del Colegio de Arquitectos de Cádiz y del Ayuntamiento de Cádiz, y coordinado por las arquitectas Maripi Rodríguez y María Jesús Albarreal, se celebró el pasado viernes en la Casa de Iberoamérica de Cádiz, la segunda de las conferencias del programa, la primera en realidad, pues la anterior programada fue suspendida por enfermedad de la arquitecta brasileña Carla Juacaba, por lo que finalmente serán cinco las arquitectas que mostrarán su trabajo en la Casa de Iberoamérica de Cádiz a lo largo de los próximos meses de abril y mayo. Un encuentro con el arte y la arquitectura de ese mundo desconocido para la mayoría con el que compartimos nuestra hermosa lengua española, vehículo de expresión común de un pensamiento multicultural, diverso y complejo. (Continuará)





Five Architects (1)

Al final de los años 70 del pasado siglo se publicó en España el libro Five Architects, que recogía la obra de un grupo de arquitectos estadounidenses (también llamado New York Five) compuesto por Peter Einseman, Michael Graves, Charles Gwatmey, John Hejduk y Richard Meyer. Su obra apareció conjuntamente por primera vez en el Museum of Modern Art de Nueva York, en una exposición organizada por Arthur Drexler en 1967. Con una propuesta formal común de aspecto neorracionalista, pretendían recuperar las formas puras de la arquitectura moderna, teniendo como referente más significativo la obra de Le Corbusier durante los años veinte y treinta.

A partir de aquella exposición neoyorquina, los miembros de Five Architects desarrollaron un trabajo divergente, negando posteriormente cada uno de ellos cualquier relación con los demás, pese a que su unión temporal los llevó a la fama mundial. En España, casi todos ellos tuvieron oportunidad de recibir encargos oficiales para realizar edificios importantes, tales como el MACBa de Meyer en Barcelona o la Ciudad de la Cultura en Santiago, encargada a John Hejduk y posteriormente modificada y ejecutada por Peter Einseman.

El pasado 12 de marzo ha fallecido Michael Graves, el tercero de aquellos Five que nos deja.   Graves recibió en 2001 recibió la Medalla de Oro del AIA (Instituto Americano de Arquitectos). Poco tiempo después de la publicación de Five Architects, abandonó la claridad de aquella arquitectura Corbusierana, blanca y de líneas claras, para convertirse en uno de los mayores exponentes del Postmodernismo, tendencia arquitectónica que llenó de referencias clásicas y de confusión la arquitectura en el mundo occidental. Todavía puede rastrearse el esperpento que esta tendencia introdujo en las ciudades españolas. Hoy tan sólo quedan en activo Einseman y Meyer, ambos arquitectos pertenecientes al llamado Star System de la arquitectura, o dicho de otro modo, convertidos en empresas multinacionales de proyectos, el segundo más que el primero.

En el libro, el extraordinario arquitecto Philip Johnson, escribió una Posdata que comenzaba así: “No parece que tenga mucho sentido el reunir a estos cinco arquitectos en un solo libro… En común lo que tienen es talento; están interesados, como otros lo han estado, en el arte de la arquitectura.” Y termina el texto: “Desearía más libros y más trabajo para estos arquitectos… los libros llaman la atención sobre la arquitectura, fuerzan al lector (u observador) a concentrarse y, generalmente, produce (la arquitectura) satisfacción o disgusto.” (to be continued)


Acceso a la casa Hanselman, Michael Graves, 1967




viernes, 13 de marzo de 2015

014

111 SOMBRAS BELLAS


Las palmeras de la Alameda Cristina antes de echar a volar.

Jerez es una ciudad que en el pasado, principalmente por la industria del vino y sus relaciones comerciales con las ciudades a las que los exportaba, ha estado siempre atenta a las innovaciones, a lo que ocurría de puertas para afuera, lo que la ha convertido en la ciudad tan especial que es. A partir del siglo XVIII se inician en las principales ciudades europeas las renovaciones de las tramas urbanas que dieron lugar a la creación de nuevas avenidas, llamadas alamedas entonces. Las alamedas se organizaban mediante dos, a veces más, hileras paralelas de árboles y establecían los nuevos trazados de la ciudad futura. La realización de grandes parques en los territorios centrales de la ciudad también fue una estrategia urbana que restablecía el contacto del ciudadano con el medio natural. También las bodegas se encargaron de la creación de jardines privados, auténticos parques, algunos de ellos ahora de titularidad pública. Es por eso que nuestra ciudad ha destacado siempre por su arbolado abundante y vistoso.

Recientemente, la Delegación Municipal de Medio Ambiente, como continuación al libro Árboles singulares de Jerez, fantástico catálogo de 111 especies de árboles existentes en la ciudad, cuya descarga gratuita está disponible en la web jerezmasnatural.es, ha elaborado una guía didáctica llamada Ruta de las Especies, que consiste en  un programa de recorridos por tres zonas contiguas al recinto amurallado de la ciudad histórica, donde se produjeron las plantaciones más importantes de arbolado en espacios públicos: Cristina y Aladro en los Llanos de Santo Domingo y San Sebastián; Alameda Vieja y Arenal en los Llanos del Alcázar, y Alameda de las Angustias en los Llanos del Ejido.

La guía, que aparentemente está elaborada pensando principalmente en la mayor difusión posible, contiene una gran cantidad de información útil para el conocimiento del arbolado de la ciudad. Al final de la misma muestra una pequeña tabla comparativa entre el número de árboles, la superficie en hectáreas y el número de habitantes de Jerez y de otras ciudades de referencia: Barcelona, Cáceres, Córdoba, Valladolid y Málaga, en este caso. La propia tabla invita a calcular el número de árboles por hectárea y el número de árboles por habitantes, para tener una idea del nivel en el que se encuentra Jerez en comparación con las ciudades mencionadas. Si se realiza de paso la densidad de estas ciudades, es decir, el número de habitantes por hectárea y la densidad de habitantes por árbol, se completa la información y se pueden deducir algunas conclusiones.

La primera de ellas es que la densidad media de nuestra ciudad es de las más bajas mientras que el número de habitantes por árbol es semejante a las demás, salvo en las ciudades de litoral donde sube mucho este número, lo cual parece razonable por la cercanía del mar. Pero yendo más allá lo que se deduce de éstos datos, importa señalar que, por una parte, nuestra ciudad es susceptible de una mayor densificación, es decir, de aumentar el número de habitantes sin aumentar el suelo disponible para el hábitat. Este aumento de la densidad se produciría mediante el fomento de la rehabilitación del centro histórico, donde existe una gran cantidad de casas vacías. Otra opción sería a través de proyectos urbanos destinados a regenerar ciertas zonas en las que se permitiría un aumento considerable de las alturas edificatorias. En ambos casos, el coste de las infraestructuras sería prácticamente cero pues éstas ya existen, con lo que se aprovechan mejor los recursos existentes y se evita el consumo de nuevos suelos y sus consecuencias para la sostenibilidad económica y social.

El otro índice obtenido señala que habría que mejorar las plantaciones de arbolado para que la relación habitantes por árbol tienda a ser inferior a la unidad, o lo que es lo mismo, que seamos menos los homínidos que los árboles. Como todos sabemos, los árboles son una necesidad para la sostenibilidad, para la supervivencia, palabra más precisa, de nuestro planeta. Cada árbol que conservemos será una muestra de respeto por los que nos precedieron. Cada árbol que plantemos contribuirá a que la vida de los que nos sucedan sea posible en el futuro.




No te vayas por las ramas.

Ramareja, acrílico de Juan Ángel González de la Calle.

El refranero está lleno de referencias a los árboles. En el pasado los árboles eran importantes en la vida de las personas. Ahora no tanto, casi nadie se interesa por ellos. O mejor dicho, todos los valoramos mucho hasta que nos molesta alguno en particular, y entonces no hay ningún miramiento para acabar con él (o con ellos). Ejemplos hay a montones: los eucaliptos del cauce del río Guadalete o los del Parque González Hontoria o de la calle Pintor González Ágreda en San Joaquín; la falsa pimienta (pienso en una en concreto, pero se repite muchas veces la historia) que llena de basura la cubierta del edificio contiguo; o la yedra que sube por la pared del bloque desde el jardín de nuestro vecino de abajo. En esos casos, bye, bye, arbolitos, estáis muertos. También ha funcionado tradicionalmente no cortarlos pero sí mutilarlos cuando molestan por alguna razón. Basta cortarles las ramas de cierta manera y se consigue hacerlos inviables para su propio sostenimiento vital y estructural, lo que los conduce definitivamente al suelo. Y ya se sabe que Del árbol caído todos quieren hacer leña.

Algunos refranes son enseñanzas de la vida que valen o no según se quieran considerar: Dichosa la rama que al tronco sale, Árboles y hombres, por su fruto se conocen o Árboles y amores, mientras tengan raíces tendrán flores. Árbol que crece torcido jamás sus ramas endereza. Son todos metáforas sobre nuestro entorno íntimo y familiar.

Otros, sin embargo, enuncian experiencias que son muy aplicables a la vida colectiva y urbana: Adecuadas plantaciones, enriquecen las naciones; o Árbol copudo, da sombra, aunque no de fruto; Quien a buen árbol se arrima buena sombra le cobija. Sombras, tan queridas en esta tierra, sobre todo ahora que despunta esa primavera por la que cada año apuestan los almendros. Pronto les seguirán los naranjos, jugándosela como cada mes de marzo. ¿Y si viniera ventoso?¿Y si marzo mayea?

A veces El árbol no deja ver el bosque, otras son las ramas las que no nos dejan ver el árbol.





viernes, 6 de marzo de 2015

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La vida en bici.


La tolerancia requiere el mismo esfuerzo del cerebro
que el mantener el equilibrio sobre una bicicleta".
Helen Keller, escritora y activista americana



La tolerancia es algo que se aprende y ya no se olvida nunca. Mantener el equilibrio en una bici tampoco. El equilibrio, palabra que a los amantes del fútbol les será muy familiar en estos tiempos, es la base de las relaciones con nuestros semejantes, y mucho más importante, con nosotros mismos. Para montar en bici necesitamos equilibrio. Para mantenernos vivos sobre una bici necesitamos la tolerancia de los demás, quienes a veces miran desde sus confortables automóviles con caras de pocos amigos. A veces ni miran, que es peor porque no nos verán y puede que casi nos atropellen. Y sin el casi.

Pese a los peligros que se corren, la vida en bici es bella. La bicicleta en una ciudad como Jerez es el vehículo ideal para desplazarse. Es cierto que algunos barrios se encuentran al otro lado de un importante desnivel, pero la mayor parte de la ciudad se desarrolla en un plano sensiblemente horizontal. La relación entre las dos partes en distinto nivel se solucionaba en un antiguo plan de movilidad que las crisis detuvo, pero que quien sabe si en el futuro se podrá retomar. Entretanto tendremos que salvar ese obstáculo como mejor se pueda, aunque no estaría mal que las bicis pudieran entrar en los autobuses, al igual que lo hacen en los trenes.

Los resultados de una encuesta realizada por una de esas organizaciones que defienden el uso de las bicis como medio de transporte urbano son concluyentes: “Más felices, más sanos, más activos…”. Además las cifras hablan por sí solas: un 89% afirmó que tenía mejor humor, sobre todo en el trabajo; un 66% confesó que la relación con su pareja se había visto beneficiada y un 15% relacionó su éxito laboral con la bicicleta.

En bicicleta los desplazamientos por la ciudad son relativamente breves y se llega a cualquier lugar en poco tiempo. La sensación de libertad, el sentir el aire en la cara y el saber que estás utilizando correctamente tu energía son pequeños tesoros que habíamos olvidado en los cajones de nuestra infancia. No se pierde ni un segundo en atascos o en buscar aparcamiento, no genera humos ni ruidos. Y no se pierde el contacto con los demás, gracias a que se conduce, salvo los que van como motos, a una velocidad adecuada al ritmo de nuestro corazón.




 Yo y mi bicicleta Moulton.


Alex Moulton fue un ingeniero británico que diseñó un sistema de suspensión especial para el coche Morris 1100, aunque también se utilizó en el Mini y en muchos otros de los modelos posteriores de la marca. Asimismo, fundó una fábrica de bicicletas a las que aplicó sus hallazgos. Además de la suspensión independiente de las ruedas, las bicicletas Moulton se caracterizan por el cuidado y poco convencional diseño del cuadro, por sus ruedas pequeñas y porque son no sólo plegables sino desmontables también. Originalmente diseñada en 1962, fue un gran éxito, y es considerada hoy día como uno de los avances más significativos en diseño de bicicletas del siglo XX. Desde aquellos años, el Dr. Moulton ha continuado redefiniendo límites,m tanto en el mundo del automóvil como en tecnología de bicicletas.

La bicicleta de Moulton se adelantó a su tiempo y la suspensión de las bicicletas se convertirían en algo común 30 años más tarde. Como todos los objetos que nacen del diseño cuidadoso estas bicis han ido adquiriendo con el tiempo un prestigio merecido, se fabrica actualmente en el Reino Unido y en Japón y es un objeto de los llamados de culto, además de ser algunos de sus modelos piezas de alta gama. Por su perfección estructural y su amortiguación tecnológica, es especialmente adecuada para transitar por las calles de la ciudad.

En los recientes premios Oscar, estaba nominada para el mejor corto de animación la película Me and my Moulton, realizada por el noruego Torill Kove, una película 13 min 48 s, que finalmente no se alzó con el premio. El film dibuja la historia de una familia contada de manera muy  ingeniosa por la menor de las tres hijas. Su padre es un arquitecto muy comprometido con su profesión que pasa las penalidades propias de tal elección. Degusta y disfruta con el diseño contemporáneo y la casa en la que viven está llena de muebles y objetos que la hace muy diferente de las de sus amigos, como señala la pequeña de manera muy divertida. Las chicas han pedido a sus padres que les compren una bici para poder jugar con sus amigos, que las tienen. Durante mucho tiempo el arquitecto no puede acceder a los deseos de sus hijas, pero un día, las cosas cambian, el padre recibe un buen encargo de trabajo y aparece en casa con la bicicleta. Una vez más no será un objeto corriente, será la más bella, la más ligera,  la más utilitaria: una Moulton. A algunos que conozco bien les sonará esta película.